viernes, 5 de abril de 2013
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Abriéndose paso entre problemas y buena imagen, el Gobierno del Presidente Medina, ha dado a conocer en bajo perfil decisiones importantes que marcan el reinicio de los mega-proyectos, que parece constituirán las grandes obras de infraestructura a realizar durante su gestión. En ese orden, la prensa nacional se ha hecho eco de la entrega de 40 millones de dólares a la brasileña Andrade y Gutiérrez para el inicio de la Presa de Monte Grande, obra multimillonaria considerada prioritaria por los sureños, mientras que Obras Pública anunció que se prepara para ejecutar un conjunto de obras en Santiago asignadas, sin concurso ni sorteo, a la también brasileña Odebrecht, por un monto inicial estimado en 290 millones de dólares.
Como se habrá de recordar esas dos empresas brasileñas, especialmente la Odebrecht, fueron las empresas más favorecidas por la administración de Fernández, para la realización de las grandes obras de infraestructura que se ejecutaron en esa gestión de gobierno. Al comenzar su gestión, el Presidente Medina inauguró un nuevo procedimiento para la asignación de obras a partir de los sorteos, específicamente para la asignación de las pequeñas obras que contempla el plan nacional de construcción de escuelas. Ese procedimiento marcó el inicio de una nueva mística pública más cónsona con los anhelos de una administración efectiva y eficiente, y sobre todo de mayor nivel ético.
Sin embargo, la vuelta a las mega-obras asignadas mediante el viejo y desacreditado mecanismo del grado a grado, sugiere que el gobierno de Medina parece que ya se reencontró en el camino que recorriera la administración de Fernández en el manejo de los mega-proyectos. Tal vez por ello causó inquietud en Santiago el anuncio unilateral sobre las obras para Santiago. Y tal vez por lo mismo el Presidente no dirigió palabra alguna en los actos del 30 de marzo, cuando lo lógico era que aprovechara la cautiva y paciente audiencia para comunicarle las “buenas nuevas”.
Sectores diversos lamentan la situación, pero lo peor es que, en lo sustantivo no en lo superfluo de los estilos, la gestión de Medina se haya montado en el camino ya transitado por su predecesor.
¡Quiera Dios que no!
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