La República Dominicana necesita una receta para mejorar. Si tuviera que preparar esa receta, empezaría aplicando el paradigma de desarrollo humano en los procesos políticos del país. La gestión gubernamental debe entender que las políticas públicas son creadas para mejorar la calidad de vida de la gente, no las cuentas bancarias, ni los ingresos económicos de unos pocos.
Este paradigma, creado por el economista Amartya Sen, ganador del Premio Nobel de Economía en el año 1998, propone examinar sistemáticamente informaciones sobre cómo vive el ser humano para hacer propuestas que eliminen sus privaciones, y de este modo tengan la libertad de elegir lo que valoran en la vida. Esta es una oportunidad que hemos descuidado por no conocerla.
El acceso al agua potable, la calidad en la educación y servicios de salud, e ingresos dignos son los mínimos necesarios para que la gente tenga la vida que valora. Sin embargo, tradicionalmente las gestiones gubernamentales no proporcionan los mínimos necesarios para vivir. Esto no quiere decir que el Gobierno es el que debe resolver todos los problemas del pueblo. El país necesita gente que lo asuma no que lo consuma, por esto es necesario empoderarse de los procesos políticos para poder exigir al Gobierno lo que por derecho nos corresponde.
Cuando los gobernantes entiendan que colocar a las personas en el centro del desarrollo es el verdadero significado del progreso, garantizarían que éste avance sea equitativo y que la gente pueda participar activamente del cambio. El resultado de este cambio conllevaría a que los avances de hoy no hipotequen el bienestar de las futuras generaciones. Un desarrollo sostenible.
Entiendo que debemos asumir un compromiso. Concentrándonos en lo queda por hacer. Es decir, aquello que exige máxima atención. Desde la pobreza y las privaciones, hasta las desigualdades y la inseguridad.
El desarrollo humano es una oportunidad que no podemos perder.
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