viernes, 13 de septiembre de 2013

Competencia emocional

Josefina AlmánzarPor Josefina Almánzar.--

A mi consulta jurídica llegan frecuentemente situaciones en las cuales la mujer quiere romper sus lazos jurídicos con su pareja a través de lo que legalmente le corresponde:  El divorcio. En otros casos, no está casada sino que tiene una relación de hecho pero también quiere romper sus lazos afectivos con su pareja.
     
En ambas situaciones he observado el temor de la mujer al tomar una decisión tan difícil como es el divorcio o la ruptura con su pareja y sobre todo cuando hay hijos e hijas de por medio. El temor radica, como ellas mismas lo han expresado, en la competencia emocional a que se someten durante el proceso de divorcio o de separación y sobre todo en el después cuando todo ha concluido, ya que en la mayoría de estos casos el hombre toma la actitud de divorciarse no sólo de la mujer sino de sus hijos e hijas los cuales al fin y al cabo son los más afectados o beneficiados en estos procesos.
     
Otras veces toman el atajo, el camino más fácil para ellos pero que le va a complicar la existencia tanto a la madre como a los hijos e hijas porque crean una competencia emocional. El camino fácil es presentarse ante sus hijos e hijas con regalos superfluos, con paseos a la playa, a las heladerías, a las pizzerías.  El camino fácil es llegar de vez en vez y compartir algunas horas con ellos, en las cuales generalmente los menores no tienen problemas o están de buen humor.  Con estos atajos ellos consideran que cumplen con su responsabilidad paterna  mientras que la madre tiene que asumir todos los roles que exige la maternidad responsable.
     
En  tanto y como consecuencia de una cotidianidad apremiante, a la que esa mujer se somete por circunstancias y obligaciones, su carácter se va endureciendo con el tiempo y sus hijos e hijas  llegan a preferir estar con el padre que le da regalos que ellos quieren, le compran su pizza favorita,  mientras que la madre tiene que velar para que el presupuesto le alcance al fin del mes, o por ejemplo, preocuparse y ocuparse  por asuntos tan básicos y esenciales como lo es la educación de sus hijos e hijas con todas sus derivaciones,  motivando así una vez más la competencia emocional.
     
Estas situaciones son muy frecuentes y son reflejos de lo que es nuestra sociedad actual.  Nos dice cómo se está manejando la familia dominicana, lo que va quedando de ella y lo que en el futuro esos hijos e hijas utilizados y sometidos a esas competencias emocionales, serán.
 
La autora es Abogada y docente universitaria.

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