martes, 24 de septiembre de 2013

El Papa y la pobreza


El Papa Francisco continuando con la exposición de la nueva orientación que le ha impreso a su papado, se ha pronunciado en contra de aquellos que hacen alarde de ayudar a los pobres, advirtiendo que se trata de un “pecado muy grave”. Agregó que esos que así actúan frente a la pobreza es mejor que se queden en casa, “antes de usar a los pobres para su vanidad”, al tiempo de resaltar que la Iglesia tiene una fuerte responsabilidad para sembrar la esperanza con obras de “solidaridad”, buscando la colaboración de la instituciones públicas.  
    
Esas simples palabras del Papa nos llevan a observar que no son pocos los políticos que en los últimos tiempos que se ufanan, aquí y en otros lugares, por sus medidas o enfoques para combatir la pobreza, resaltando sus acciones, iniciativas y proyectos en favor de los pobres, presentándose como los nuevos paladines contra la pobreza, cuando en realidad, por sus modelos de políticas económicas y sociales asumidas, más bien propician como resultados de sus intervenciones el enriquecimiento de unos pocos, la desigualdad social  y la ampliación de la pobreza. 
    
Esa es la clara conclusión que han dejado especialmente aquellos gobernantes que han abrazado el credo neoliberal, responsable de instaurar el llamado “capitalismo salvaje” cuyos resultados la Iglesia de hoy rechaza por provocar simultáneamente los dos males más resaltantes en contra de la humanidad misma: la pobreza y la amenaza al medio ambiente. Por eso la Iglesia se acoge más a las doctrinas que promueven los modelos de desarrollo que parten del Bien Común  y que se impulsan por la solidaridad para alcanzar el desarrollo humano. No se trata de auspiciar políticas artificiales y clientelares de compensación a la pobreza, como se ha confundido aquí a los pobres que buscan una tarjeta de “solidaridad”, sino de modelos económicos y sociales que promuevan el crecimiento de los agentes económicos, al tiempo que arrastren a toda la población a los beneficios del crecimiento, de modo que se produzca el verdadero desarrollo humano con equidad, sin pobreza y con calidad de vida.
    
Nuestros políticos, más demagogos de la pobreza que abanderados del desarrollo, deberían ponerle atención al llamado y entendimiento del Papa, de modo que sus acciones se reorienten por el desarrollo, en vez de mantener poses oportunistas reproductoras de la pobreza y destructoras del medio ambiente.
Qué haya más desarrollo y menos demagogia de la pobreza.

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