lunes, 6 de enero de 2014

Dignidad y soberanía

El grupo dominicano que integra la comisión negociadora con los representantes del vecino Estado de Haití, debe ir a la población de Juana Méndez, limítrofe con la ciudad dominicana de Dajabón, en el Noroeste de la raya fronteriza, armado de dignidad nacionalista y revestido del irrenunciable sentido de la soberanía del Pueblo Dominicano, independientemente de cuanto proclamen el representante del gobierno venezolano que actuará como testigo en adición a los representantes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de la Comunidad Económica del Caribe (CARICOM), adicionados a las delegaciones de los dos gobiernos vecinos de la isla de Santo Domingo.
    
En cuanto a las amenazas proferidas por el mandatario venezolano, Nicolás Maduro, en el sentido de quien se mete con Haití se mete con Venezuela, los miembros de la comisión dominicana deben recordar que no es la primera y tal vez no será la última vez que, pese a las relaciones sostenidas por estos dos pueblos hermanos, se ha recibido de parte de los venezolanos. Tan tempranamente como al proclamarse la llamada Independencia Efímera, el libertador de Venezuela, el general Simón Bolívar, y quienes ya actuaban como funcionarios de esa República en armas, brindaron al proyecto de don José Núñez de Cáceres, decisión emancipadora a la cual dieron la espalda por lo que expusieron como una razón de orden moral: la deuda de gratitud que tenía Bolívar con Haití, al recibir armas para el ejército que reconstruyó después de los frustratorios esfuerzos iniciales del proyecto independentista de Venezuela.
    
De manera que el último arrebato de Maduro, dentro o fuera de contexto, repite planteamientos de políticas que, de todas maneras, los dominicanos deben pasar por alto.

Para el momento de inicio de las conversaciones, los representantes dominicanos deben acudir a la cita con un historial de las conversaciones sostenidas en el pasado a propósito de la división fronteriza. Se dirá que éste no es el marco ni el ámbito de las actuales fricciones, y quien ello arguya tendrá razón; pero las bravatas, los retiros, los a veces inentendibles mecanismos de presión sostenidos durante aquellas lejanas conversaciones, podrían dar luz respecto de otros comportamientos, quizá en la mesa de conversaciones que se abren ahora por el diferendo levantado a raíz del intento dominicano de poner orden en el trasiego fronterizo.
    
No está demás que los comisionados requieran, casi como al desgaire, que los gobiernos del CARICOM presenten sus propias decisiones administrativas migratorias, respecto de Haití, pues aunque a tales conversaciones no se acudirá con espíritu recriminatorio para los testigos, no puede olvidarse que ninguno de los Estados miembros de esa organización antillana recibe las oleadas migratorias de haitianos, como acaba de observarse por la rapidez con la cual repatrian a los grupos haitianos que han intentado cruzar el mar hacia los territorios de las islas vecinas.
    
En pocas palabras, los miembros de la comisión no deben arredrarse ni siquiera por las amenazas sobre tratos discriminatorios contra la República Dominicana en el seno de las conversaciones que se emprendan, pues el sentido de dignidad y el valor que emane de la inalterabilidad de la soberanía debe fortalecer el ánimo de esos comisionados y dar seguridad a los planteamientos que se sirvan hacer en defensa del país.
    
Tal vez quepa que se recuerde una exhortación que le hiciera en algún momento Jesús a sus discípulos, a quienes pidió fueran mansos como palomas y astutos como serpientes, cuando los mandó a divulgar la buena nueva. Los dominicanos también tienen una buena nueva: la de que Juan Pablo Duarte pidió a los suyos que pugnasen por ser libres de toda forma de dominación extranjera. Es la hora de poner en práctica este llamado.
 

0 comentarios:

Publicar un comentario