viernes, 16 de mayo de 2014

Dos rostros, dos historias

Josefina AlmánzarPor Josefina Almánzar.--Hay una canción de Raphael de España cuyo estribillo dice así: “dos mujeres del mundo están pariendo a distancia a una la dejan dormida, la otra mordiendo aguanta. A una le dan remedios pa’ que la leche no salga, la otra cuida su pecho como si fuera de plata. Van a nacer dos niños, lo importante es que nazcan…..”
    
Esa canción de la década de los 70 resuena vívida en pleno siglo XXI. En el caso que hoy me quiero referir son dos mujeres pariendo en una misma sala de hospital, bajo las mismas condiciones económicas trayendo al mundo a dos niñas. Mismo día, algunos minutos de diferencia vieron la luz de un nuevo mundo para ellas.
    
Las madres de ambas criaturas tenían la pobreza material como centro de sus vidas, con una diferencia, una de esas madres tenía una riqueza de actitud ante la vida. Coraje y fe para salir de la miseria que arrastraba en ese momento. Aprovechó las pocas oportunidades que le brindó esta sociedad excluyente e inequitativa. Como aquella canción, amamantó a su niña con su pecho y lo usó como si fuera de plata.
    
Se ocupó de darle lo mejor que podía: la educación. Sabía que esa sería el pasaporte que la liberaría de la pobreza material y espiritual. Le transmitió valores positivos, le ensenó a creer en ella misma.
    
Desde muy pequeña le asignó responsabilidades, que aunque en la niñez y adolescencia resultaron incomprendidas le sirvieron para ser una mujer adulta con fortaleza e independencia.
    
Un día, de manera inesperada la vida volvió a juntar a esas dos niñas que ahora eran dos mujeres adultas y aquello resultó impresionante. Ambas mujeres de la misma edad cronológica, paradas frente al espejo de su propia alma, se miraron sin reconocerse a sí mismas.
    
Las cicatrices de la otra niña que no pudo superar la pobreza del alma de la vida, estaban expresadas en su rostro de mujer como huellas palpables de los caminos tortuosos que les tocó o eligió vivir.
    
Ambas se miraron y una quiso ser la otra, tener el rostro de la otra, deseó haber vivido su vida, haber hecho mejores elecciones. La otra, jamás imaginó encontrarse con un rostro que representaría lo que ella sería muchos años después. Agradeció a la vida por haber hecho las elecciones que hizo pero sobretodo por haberle dado la madre que le ayudó hacer lo que hoy era, la madre que le encaminó por los caminos de la riqueza de la educación, cambiando así el rostro de su historia.
    
“Van a nacer dos niños lo importante es que nazcan. Dos mujeres del mundo están pariendo a distancia….”.

La autora es Abogada y docente universitaria.

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