sábado, 3 de mayo de 2014

La mujer de los campos

Del martes al viernes de la semana entrante estará reuniéndose en Santiago de Chile, la Conferencia Regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por las siglas en inglés de parte de su nombre castellano); y los delegados al cónclave abordarán los consabidos aspectos de la producción agropecuaria y la lucha contra el hambre, pero en su versión santiaguina, los asistentes conocerán aspectos relacionados con la marginación crediticia de la mujer de las zonas rurales y los efectos negativos de este aislamiento, medidos esos efectos por la permanencia de condiciones de insatisfacción de las necesidades básicas a las que tiene derecho una familia, sea o no campesina, en una sociedad moderna.
    
Como puede comprenderse, el tema de género será predominante en las exposiciones concertadas para servir de base al intercambio de opiniones y de las múltiples experiencias vividas en los países integrantes de la FAO, en la región.
  
La verdad sea dicha sin ambages, al hombre le resulta más fácil obtener apoyo financiero en las zonas rurales, que a la mujer; y entre éstas, únicamente logran obtener préstamos, aquellas cuyas propiedades están saneadas catastralmente y son apetecibles desde el punto de vista del mercado inmobiliario, pues la mujer que es jefe de un hogar, tal vez en papel de madre y padre a la vez, con una pequeña propiedad, no es sujeto de crédito, salvo que se convierta en dirigente sindical o partidista y como resultado de estas otras actividades que poco tienen que ver con la producción, crean un nombre de cierta trascendencia como para ser tomadas en cuenta.
    
Desde hace un tiempo la FAO pregona que en manos de la mujer está la derrota del hambre y trata de conseguir que los gobiernos, no solamente en el Nuevo Mundo, sino en otras partes de la Tierra, apoyen técnica y financieramente a la mujer de las zonas rurales, pues el sentido de responsabilidad familiar se encuentra más vigorosamente enraizado en ellas que en el varón, más disoluto en ocasiones, salvo las excepciones, que, en todas partes, son conocidas.
    
La mujer que se dedica al trabajo de conucos piensa en los hijos más que en ella misma, siente las necesidades de los vástagos como un reclamo del alma propia y en predios fértiles o improductivos, se entrega con pasión, en la seguridad de que la pérdida de interés le representa lágrimas del fruto de su vientre, razón por la cual en los años recientes la FAO se ha entregado a promover el interés de los gobiernos por la mujer campesina, no solamente en su papel de madre, sino, principalmente, en el rol de agente de una producción de sustento, como mecanismo destinado a combatir las necesidades de subsistencia entre los sectores empobrecidos.     

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