viernes, 19 de octubre de 2012

El demonio del yoísmo

Josefina Almánzar



Todo ser humano tiene sus propios demonios. Algunos imaginarios creados por su mente,  otros reales que son alimentados por su vanidad, prepotencia y sobre todo por el egoísmo que se transforma en yoísmo.
   
Ese demonio está algunas veces tan arraigado en nuestras entrañas y es tan parte de nuestro ser que nos negamos a reconocerlo y aceptarlo.  Cuando el culto al yo vislumbra  una espada guerrera que inicie el combate para exorcizarlo, se revela de tal manera que utiliza estrategias sagaces para descalificar a esa espada.
   
A diario somos tentados por este demonio, pero siempre evidencia múltiples recursos.  Tratamos de maquillarlo y ponerle nombres justificadores, pero él es tan fuerte que se lava la cara para que se le conozca por su fuerza destructiva y avasallante.
   
Cabe preguntarnos:  ¿puede realmente ser combatido el yoísmo?.
¿Podemos superar la tendencia enfermiza de solo pensar en mí, en mi disfrute, mi placer, mi conveniencia, mi complacencia, sin importar el sentir del otro?  ¿Es posible ponerse en el lugar de los demás, en sus zapatos. Cruzar la frontera de mi para conocer y pisar el terreno ajeno?. ¿ Es posible hacer sacrificios por los demás. Salir de ti para dar al otro.?
   
Elijo creer que sí es posible. Porque existe un exorcismo para el  yoísmo mal sano: el amor verdadero. No el que decimos sentir simplemente con palabras, sino el que demostramos sentir por el otro a través de la acción.  Aquel amor de raíces cristianas, del darse, del entregarse. El de referencia evangélica que considera al otro como un prójimo, con partes desiguales a ti, pero al fin y al cabo como una extensión de ti mismo.
   
El amor que deja de ser una simple acumulación de sentimientos y se transforma en vida sanadora y productiva. 
Sí, existe la espada guerrera que combate nuestros propios demonios. Vamos a usarla en beneficio de nosotros mismos y de las personas que amamos.
   
Que la luz del amor guíe y transforme para bien nuestros caminos.

La autora es abogada y docente universitaria.

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