viernes, 22 de marzo de 2013

¿Dónde queda el contacto humano?

Josefina Almánzar..

Sé que vivimos en la era del conocimiento, de las grandes tecnologías.  Es maravilloso y al mismo tiempo impresionante poder, con tan sólo un teclado, estar en contacto con el mundo entero.  Es estupendo tener informaciones de personas que si no fuese por las redes sociales, posiblemente no supiéramos de sus vidas.
    
Ahora bien, todos los extremos son negativos.  La ley del equilibrio tiene que estar manifiesta en todo lo que hacemos para no caer en el caos.

He visto cómo muchas personas se han convertido en robots cibernéticos.  Todo lo resuelven por las redes, por la web.  Compras, pagos, transacciones, sentimientos, presentaciones de su vida personal, en fin.  Su contacto es una pantalla de computadora o de un aparato celular “inteligente”.
    
Ante todo este mundo cibernético que, en muchas ocasiones, tiende a sofocarnos, me pregunto:  dónde queda el calor humano, el apretón de manos, la palmadita en la espalda, la sonrisa, la mirada?.  ¿Dónde dejamos el abrazo, la caricia que muchas veces anhela nuestro cuerpo y que al roce de unas manos logran transformar nuestro mundo en un arcoíris de emociones positivas? ¿Dónde queda esa llamada de aliento, consuelo, solidaridad, alegría? ¿A quién le mostramos la expresión de nuestro rostro al escuchar la voz amada?.  ¿A quién le regalamos el brillo, el resplandor de nuestros ojos enamorados?
    
Desde mi dimensión de ver las cosas, cuando nos convertimos en robots cibernéticos perdemos la humanidad, la sensibilidad por esos pequeños contactos que hacen de la vida algo especial y diferente. Nuestras relaciones se convierten en frívolas y superficiales. Nos olvidamos de dedicar tiempo físico, a estar con nuestros seres queridos.  Ese tiempo, ese espacio físico que es irreparable e insustituible.
    
Tenemos que hacer esfuerzos porque la era del conocimiento y de la cibernética no nos robe nuestra esencia humana. No podemos ni debemos permitir que ésta y las futuras generaciones se conviertan en robots, zombies que deambulan por las calles de la cibernética, sin alma, sin corazón, sin pasión.  Volvamos, a pesar de la prisa en que vivimos en los momentos actuales, a tomarnos el tiempo para conectarnos con nuestra humanidad, para entrar y estar en contacto humano real con nuestros semejantes.
 
La autora es Abogada y Docente Universitaria.

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