sábado, 29 de junio de 2013

A los maestros en su día


A  los que se ocupan de la difícil tarea de enseñar a las nuevas generaciones aquello que mucho o poco aprendieron, a su vez, en no lejano ayer, ¡felicidades en su día! El calendario civil reservó los treinta de junio a profesión tan sacrificada como exigente, más que nada, porque con el día de término de este mes, también se daba por cerrado el año lectivo, tras cumplir las responsabilidades exigidas no solamente por el departamento regulador del sistema educativo, sino, principalmente, por el sentido de responsabilidad de los docentes y, por supuesto, de los alumnos.
    
Hoy no se encuentra la misma afinidad entre el sentido del deber del docente y las crecientes necesidades poblacionales, cuyos retos ocupacionales pasan por los caminos del conocimiento, con mucho mayor empeño que en el pasado, puesto que las economías nacionales han dado vuelcos radicales, no solamente en la República Dominicana, sino en prácticamente todas las naciones y la entrega a los quehaceres humanos ya no reclaman músculos y fuerza, sino saberes.
    
La propensión a sentir un elevado sentido asociativo más que el de enseñante, ha derivado en luchas que retrasan cuando no posponen la ejecución de los programas educativos, que permanecen a merced de los reclamos en vez de anteponerse a las reclamaciones de corte sindical.
   
 La misma formación del docente, reforzada ahora con mayores recursos, todavía presenta la oquedad del ayer inmediato en vez de ofrecer a la vista de todos el más significativo panorama de un ayer mediato, cuando el objetivo del sistema era formar a un Maestro que fuera a la vez dechado de virtudes y expresión de un saber holístico, que se pretendía traspasar, en el día a día, a los discentes. A esa formación ha de retornarse, aunque prevalezcan los programas de actualización y mejoramiento que han sido propios de los tiempos actuales, más por preocupación que por interés de conseguir un docente ilustrado.
    
De todas maneras, siempre aparecen las perlas. Son aquellos significativos ejemplos de entrega, de sacrificios, de preocupación por acrecentar y distribuir conocimientos, que más allá de la pasión sindical, por encima de las querellas por la subvaluación del trabajo, trascendiendo a los cotidianos sudores, saben dársele a los alumnos, probando con esta otra pasión que el Maestro no es ejercicio de un cargo más o menos remunerado, sino natural inclinación a traspasar a las generaciones del mañana, lo aprendido por las generaciones de hoy, que, a su vez, acumulan todo cuanto de sabiduría fue posesión en el mundo de ayer.
   
 Este diario espera que las comparaciones de los desempeños sirvan a la sociedad dominicana de hoy para buscar el talento virgen y sobre él construir  para el mañana, un docente cuyos conocimientos y destrezas, cuyas competencias y capacidades, sirvan al levantamiento de una sociedad más juiciosa, más justa, más determinada a lograr objetivos de progreso, más abierta y más decidida a ser mejor y más grande.
    
Pero para alcanzar estas metas, hemos de cantar loas al Maestro en su día, pugnando porque se tengan Maestros auténticos.
 

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