Por Lic. Jordi Veras Rguez...Hay distintas formas y maneras de miseria en los seres humanos, la que nos interesa ocupar en este tema, no tiene nada que ver con la parte material o económica, sino más bien de lo que es la persona en sí.
El proceso en el que hemos tenido que vivir junto a nuestra familia, ya hemos expresado que hemos visto de todo. Nos ha permitido observar qué tan bajo puede llegar un ser humano, o de lo qué es capaz de llegar un ser humano para lograr algo por el pago a recibir, por egoísmo, odio o muchas cosas feas guardadas en el corazón de esa persona.
En el proceso que nos ocupa hemos visto que muchas veces las cosas van más allá que las situaciones jurídicas o legales de un tribunal. De una forma muy particular, y al igual que el caso de Miguelina Llaverías, la táctica era la misma, todos los abogados realizaban la misma estrategia llevada a cabo por el imputado Adriano Román. Cuando no era éste que pedía cambia de abogados lo hacía el de Dámaso o el de Fausto, y así paulatinamente. O se buscaba la forma de cómo crearse el enfermo o que uno de los abogados se le “quedaba” el vehículo por el camino. Lo mismo se hace en el que nos ocupa, la única diferencia es que ahora son siete imputados, en el de Miguelina eran cuatro.
Hemos visto cuánta deslealtad procesal se pueda uno imaginar de los propios abogados, porque uno nada puede esperar de un imputado, pero no así de un supuesto colega. Se entronizan en el más amplio tigueraje, hasta llegan a intentar irrespetar al propio tribunal. Es como si el lumpen, hubiese tomado la profesión de abogado y la hubiere hecho suya. Hoy lo que vemos es penoso, es la parte más baja del derecho a nivel de actuación como persona. Son de las bajezas que uno ha tenido que ser testigo y seguir siendo víctima de toda maquinación perversa y resentimiento. Hay que personas que en ese proceso, y no me refiero a los imputados necesariamente, respiran odios y guardan cosas transmitidas de otros togados. Es una lucha contra la peor miseria humana, que no es la económica, sino la del espíritu y la de un corazón malvado.
Lo último que hemos visto, es la forma penosa en la que se ha manejado la Defensoría Pública. Y lo expresé la semana pasada y lo reitero, como lo hecho, no ahora, sino desde hace años, que se reconoce la capacidad de sus miembros, y no tienen la mera necesidad de asumir posturas en ocasiones tan descabelladas, que no se corresponde con el nivel académico que sabemos tienen. Perfectamente pueden discutirse argumentos e ideas, sin tener la necesidad de entorpecer un juicio porque sí. No le hacen daño solamente al caso en particular, sino a su propia actuación ante la opinión pública a todo el que le observa. Es como hacer las cosas sin el más mínimo raciocinio, han perdido la sensatez y la objetividad para hacer la cosas de forma mecánica y cómo si fuerzas exteriores o transmitidas se llevaran a cabo con el firme objetivo de no conocer la audiencia y eso se nota y se palpa.
Resulta chocante la tozudez de la Defensoría Pública, de mantener a como de lugar, su Instrucción General, que es un monumento al irrespeto a la ley y la propia Constitución. Y es una forma olímpica de asumir un desacato ante la decisión de un tribunal. Y vuelvo expresó, sin necesidad. Pero ha pesado más la insensatez, que la razón.
Ante toda bajeza de seres humanos, y cuando tu actúas de cara al sol y con la conciencia tranquila, siempre debemos confiar que habrán miles de manifestaciones que harán que te borren de tu mente y de tu alma, esos malos ratos. Precisamente, podemos mencionar dos: La sentencia de inconstitucionalidad dictada por el Primer Colegiado de Santiago, ante el adefesio jurídico, llamado Instrucción General creado por la Defensoría Pública para justificar su no asistencia al imputado Adriano Rafael Román Román, le brindó la reivindicación y recordó el lugar de la Constitución Política de nuestro país, ante una simple o especie de reglamento interno, que no se puede imponer a un tribunal.
El otro ejemplo de buena manifestación, es el Editorial publicado por el periódico El Caribe, el pasado seis de marzo, con el título, “Basta de burla”, que me permito compartir algunas de sus consideraciones a ustedes, y citamos:
“El mecanismo más utilizado por el acusado es jugar a la renuncia manifiesta a la defensa, mediante recursos que los jueces han tenido la singular paciencia de tolerar”. “En la antesala del juicio, desautoriza a sus abogados; constituye nuevos abogados, quienes con subterfugios e irrespetos, como abandonar la sala del tribunal, consiguen sistemáticamente aplazar el juicio”.
“Ante la negativa del inculpado, el recurso necesario es la defensoría pública. Extrañamente, la Oficina Nacional de Defensa Pública se resiste a designar un defensor, con el alegato de que Román tiene solvencia económica para sufragarlo, y la vocación de la ley es la protección de los desvalidos”.
“Ante una manifiesta actitud de obstrucción, debe imponerse el sentido de la ley 277-04 y de la Constitución de la República, de que a nadie se le niegue el derecho a la defensa, primero, y luego, que su negativa no pueda interponerse a la misión de la justicia. ¡Basta de burla!”
Esto último es una radiografía de lo que expresamos al inicio y de lo que hemos denunciado a lo largo de todo el proceso. Y qué bueno que lo exprese un diario o medio de comunicación, que lo recoge en su página editorial porque es algo que ya resulta notorio y no se puede alegar que es una invención de nuestra parte. Desmiente asimismo, lo que quiso establecer la Defensoría Pública en rueda de prensa en Santo Domingo, buscando confundir a la opinión pública y querer tapar el Sol con un dedo..
Con manifestaciones como las que hemos mencionado; ante cualquier bajeza o deslealtades procesales como las señaladas y las que se notan en cada audiencia; son un aliciente, una forma de mantener la perseverancia y fortaleza en alto y saber que son muchos más los corazones buenos y justos que están a nuestro lado, para seguir luchando contra las miserias humanas, corazones vacíos de justicia, pero llenos soberdia, que vemos en cada audiencia. Con el Todopoderoso, seguimos adelante.
martes, 11 de marzo de 2014
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