miércoles, 5 de marzo de 2014

Delincuencia con apoyo popular

La delincuencia es un problema de conducta desviada que cada vez se torna más preocupante porque ya no es un fenómeno del “bajo mundo”, sino un comportamiento descompuesto de personas y grupos del mundo político y empresarial. 
    
En nuestro país muchas de las denuncias públicas sobre la corrupción, involucran a políticos de todos los niveles que ocupan posiciones públicas. Desde esas posiciones ponen en práctica un modelo de gestión “medalaganario”, a veces con el ropaje de “modernismo”, enmarcado dentro del paradigma de la cultura tradicional patrimonialista, para la cual los bienes y recursos públicos se conciben como patrimonio personal que se disponen de acuerdo a intereses personales y/políticos, para favorecer a familiares y relacionados, así como a las clientelas con las cuales se entabla una relación de intercambio de favores por lealtades. Se trata del paradigma del “cacique o caudillo” que sigue la tradición autoritaria del modelo del “Jefe”.
    
Ese modelo de gestión de la función pública, en el contexto del mercantilismo que impone el libre mercado, ha evolucionado hacia la confusión y la fusión de la política como negocio, con lo cual la corrupción ha alcanzado sus más altos niveles de expansión, junto a la mentalidad del derroche y dispendio de los recursos públicos para alimentar a la gran clientela electoral y mediática, para la cual la corrupción es sólo la oportunidad que no se puede dejar pasar. De esa forma se ha ido legitimando la corrupción y se ha ido haciendo natural la conducta degenerada de los “busca vida”, miserables carentes del mínimo sentido de la dignidad de la persona, quienes están dispuestos a exhibir su apoyo y lealtad interesada a los “caciques-caudillos” que le reparten favores y prebendas.
    
Ese modelo de conducta se observa no sólo en los políticos y sus relacionados, sino que lo vemos en el mundo de la delincuencia, especialmente en el mundo del narcotráfico, donde los “caciques/caudillos” que llegan a desarrollar emporios comerciales con la droga, obtienen grandes fortunas, al tiempo de lograr el reconocimiento y apoyo de los beneficiarios de sus delitos, para quienes el “capo” se convierte en una especie de “benefactor” al cual hay que proteger y apoyar. 
    
Por esas razones no es de extrañar que cuando los “capos”  caen ante la “Justicia”, las clientelas no tienen empacho de manifestar en mítines su apoyo desafiando a las autoridades, arguyendo las “bondades” de su “benefactor”. Esas manifestaciones de apoyo público se han observado con el apresamiento de grandes “capos” de la droga y de la política, pero también se observan cuando pequeños capos urbanos han caído víctimas de la persecución policial, cuyos entierros se han utilizado para elevar las cualidades del caído y para adornarlo con los símbolos de la “Patria”. Similar expresión de solidaridad, manifiestan los seguidores de ciertos políticos corruptos, al momento de ser perseguidos o traducidos a la acción judicial.
    
Todo ello describe la descomposición moral y la pobre condición institucionalista de un dominicano que ha renegado de la moral y del respeto a la Ley y a la ÉTICA.

¡Urge,pues,fortalecer la moral y la ÉTICA ciudadana!

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