miércoles, 26 de marzo de 2014

Evolución de un conflicto

Mientras el Presidente se enfrenta con alto riesgo a los candentes problemas de la reforma laboral, la desnacionalización de los dominicanos de origen haitiano y de “Loma Miranda” y  Falcondo, el conflicto del PRD evoluciona con vientos favorables para el Gobierno y el partido oficial, a medida que los acontecimientos internos del PRD lo están llevando a aceptar su definitiva división. La celebración de la “convención” en forma alargada en el tiempo y por escalones de parte de la facción que encabeza Miguel Vargas, ha ido legitimando en la gente, bajo la metodología fáctica aplicada, la realidad de la división. Con ello, el grupo de Miguel parece satisfecho al quedarse con los tradicionales símbolos de la franquicia del partido.
    
Por su lado, la facción que se autodenomina del PRD-Mayoritario, con evidente mayor torpeza, intenta reordenarse internamente, al tiempo de iniciar una movilización a nivel nacional y de auspiciar lo que podría ser un movimiento envolvente de “convergencia”, con la integración de todos los sectores que profesen la vocación por la “democracia y la libertad”, consignas que fueron las viejas banderas del perredeísmo histórico, primero de Bosch y después de Peña Gómez.
   
 Esa definición del conflicto del PRD es precisamente la condición eficiente, deseada y necesaria, primero para que el gobierno se maneje políticamente sin oposición orgánica, como ha sido hasta ahora, lo cual alimenta la gran popularidad del Presidente y el reforzamiento del PLD; y segundo, de esa forma se asegura el inevitable triunfo del candidato que lleve el PLD a las elecciones del 2016.  A ese resultado comprensible parece resignado el “PRD-Chiquito” de MVM, por no se sabe “cuáles razones”, mientras el PRD-Mayoritario no acaba de salirse de la trampa del clientelismo y el oportunismo, desviaciones de la política que han hecho que esa vertiente del perredeísmo haya perdido la destreza para trabajar la legitimación democrática y conquistar el  “corazón” de la militancia y de la población.
    
Una estrategia de legitimación democrática, para lo cual el liderazgo carismático de Hipólito Mejía lo tenía todo, la mayoría, el poderoso sector externo, la juventud y las mujeres, entre otras categorías, no sólo debería acudir a la movilización colectiva por la democracia y la libertad frente al poder político monopólico del PLD, sino que debería presentar a la consideración de la población una visión y una propuesta recreada, de las cuales se derive un discurso con mensajes atractivos y socializados, que despejen las dudas estigmatizadas de que el perredeísmo no ha sabido gobernar y que por el contrario su desorden interno lo traslada al Estado de forma irreverente, anarquizando la vida política nacional. Esos nuevos mensajes tienen que convencer, y ese es el mayor desafío de “la convergencia”. 

Pensando en la democracia

Si el liderazgo del PRD-mayoritario y la eventual “convergencia” pudieran provocar ese convencimiento, potenciarían un alto nivel de sinergia, que haría de la “convergencia” una fuerza políticamente competitiva y atractiva. Y por esa vía se haría posible el reencuentro con el perredeísmo histórico y su recuperación.

¡La democracia en peligro requiere un PRD resucitado!

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