Ante la crudeza del conflicto un distinguido venezolano, nacionalizado dominicano, el señor Cisneros, ha planteado a través de un medio español, la necesidad de la tolerancia y el diálogo sincero como vías para la reconstrucción de Venezuela. Según este planteamiento, la situación de Venezuela ha alcanzado un punto insostenible que le impide encontrar la senda de la paz, la reconciliación y el crecimiento. Por la falta de interlocutores válidos, Cisneros sugiere para la mediación de una personalidad creíble como lo sería el Papa Francisco.
Esa interesante propuesta se acompaña de una comprensión cargada de buenas intenciones que caen en el plano de los buenos ideales universales. Sin embargo, esos enunciados universales dejan de lado la comprensión, al menos explícita, de que el conflicto de Venezuela como el de Allende en Chile, tiene su fundamento en que las fuerzas revolucionarias del chavismo se han propuesto la instauración de un modelo de sociedad socialista donde la economía y la política dejan de ser controladas por las clases dominantes capitalistas, las cuales se reproducen dentro del esquema institucional del “Mercado”, siendo sustituidas por una nueva clase, cívico-militar en el caso de Venezuela, que pasa a controlar al Estado en representación directa de pueblo llano. En ese marco las clases sociales del mercado no tienen cabida. Se trata de una lucha radical de “vida o muerte” y por eso la crudeza del conflicto.
En ese marco, no tiene factibilidad y ni efectividad el diálogo, aunque el mismo lo propicie el Papa. El diálogo, sin embargo, podría ser fructífero si ambas fuerzas antagónicas llegasen a la conclusión de que la cohabitación es posible, solo si, por un lado, las fuerzas del mercado reconocen a las fuerzas revolucionarias como los detentadores legítimos del poder del Estado, además de su capacidad reguladora del mercado, y por el otro lado, los revolucionarios admiten que las fuerzas del mercado, que son el 70% de la economía venezolana, podrían operar con toda legitimidad y seguridad dentro de un “mercado regulado”, a fin de garantizar la justicia distributiva que persigue la revolución.
Una posibilidad conciliadora
Se trataría de buscar un modelo de dominación compartido, en la transición, como lo ha implementado el régimen chino, donde el partido comunista controla al Estado, pero con una “economía social de mercado” donde políticos y empresarios pueden convivir.
¡De no ser así, la crisis venezolana será una lucha de exterminio!
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