Con clara y certera visión sostiene el director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), José Graziano Da Silva, que es imperceptible la brecha entre la ingesta alimenticia y los conflictos sociales y políticos, pues como lo proclama un adagio popular, no existe peor consejera que el hambre. El pronunciamiento del funcionario del organismo multilateral, sostenido en un receso del Foro Mundial sobre Agricultura Familiar, realizado en Hungría, es una verdad incontrovertible, llamada a volverse pauta para todos los gobiernos del mundo.
La FAO entiende que hay producción aunque faltan los mecanismos y las facilidades capaces de lograr una adecuada distribución de los bienes de consumo, por lo cual se impone que los gobiernos del mundo se mantengan atentos a promover la existencia de cadenas de comercialización locales e internacionales, dirigidas a evitar el surgimiento de situaciones que deriven en tensiones sociales.
Parte de la esperanza de los técnicos de la FAO descansa en el apoyo a programas denominados de “agricultura familiar”, que descansan en el trabajo agropecuario de los integrantes de un núcleo familiar, no solamente o únicamente encabezados por el padre, sino, en forma alternativa, por la madre.
En cierta medida, las antiguas colonias agrícolas dominicanas, creadas a partir de la ya perdida en el horizonte “ley de las diez tareas”, se basaba en estos programas conocidos en el Foro Mundial de la FAO y aunque no en todas partes consiguieron sacar de la pobreza a los participantes, al menos dieron ocupación y la posibilidad de mantener una situación económica estable en grupos familiares asentados en esas colonias.
Tal vez hoy día no sea posible seguir el mismo modelo en República Dominicana, pero cuando la FAO lo promueve por estos tiempos es porque los técnicos de ese organismo multilateral no han conseguido nada mejor para suplir alimentación y empleo entre los integrantes de grupos socioeconómicos situados bajo la línea de la pobreza en las zonas rurales.
Conviene que las autoridades dominicanas estudien la documentación de sustento de las conferencias del encuentro del organismo multilateral en Hungría, de donde podrían, tal vez, extraer nuevas y rejuvenecedoras ideas, pero de donde, a lo mejor, sacarán relatos que los harán chocar con las experiencias de aquellos experimentos de las colonias agrícolas que se fomentaron en el país a partir de los años del decenio de 1930, pues, como ha dicho Da Silva, es casi imperceptible la brecha entre la alimentación, es decir, entre la falta de una ingesta continua y satisfactoria, y los conflictos sociales y políticos en muchos pueblos.
lunes, 10 de marzo de 2014
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