Los últimos gobiernos de la República han dedicado ciertos esfuerzos dirigidos a la modernización y profesionalización de la Administración Pública, con el propósito de hacerla más eficaz y eficiente en el ofrecimiento de servicios y en la aplicación de las políticas públicas. En ese sentido cabe destacar la gran labor que ha realizado el Ministerio de la Administración Pública, empeñado en establecer en el Estado una metodología de trabajo y de evaluación para una gestión de calidad y de excelencia en los servicios públicos.
Para una gestión de calidad se deben combinar tres componentes: un sistema de trabajo (técnico-institucional); desarrollar una mística basada en valores; y una disponibilidad de recursos humanos y financieros adecuados. Para que ese circuito funcione, la estrategia de trabajo de las diversas dependencias públicas tiene también que articular las políticas, los planes de trabajo, los programas de servicio permanentes y los proyectos específicos que respondan a los problemas que presenta la población. Esos son los planos en los que transcurre por lo regular la Función Pública, y dentro de los cuales se articulan los sistemas establecidos, la mística de trabajo y los recursos disponibles.
A medida que se ha ido empobreciendo la institucionalidad en el país (sistema técnico-institucional) como consecuencia de la fusión de la política como negocio y pese a los esfuerzos del MAP, las políticas públicas, los planes y los programas se han ido también debilitando y diluyendo, y en la rutina de la burocracia pública los proyectos que una vez hechos se abandonan, se han degenerado en la forma de “operativos” más cónsonos con la improvisación y con las destrezas y actitudes de la personalidad “medalaganaria” propia en la mayoría de los que ocupan las funciones públicas.
En ese marco del comportamiento público, los operativos puntuales, entonces, han sustituido a los planes, programas y proyectos, medibles y evaluables en sus resultados, y con ello también se han ido perdiendo los sistemas institucionales y la mística del servicio público, al tiempo que se dilapidan y mal usan los recursos presupuestales. Los efectos de esas tendencias predominantes en la Administración Pública, tanto a nivel central como del gobierno local, son tan visibles como reveladores de las serias y graves deficiencias que se dan en la gestión pública, así como de la insensibilidad e indiferencia de los actores “medalaganarios” que han derrochado el patrimonio y los recursos públicos, muchas veces motivados por la corrupción.
Los ejemplos
Ejemplos iconográficos que simbolizan esa nefasta conclusión son: en Santo Domingo el famoso Boulevard de la 27 de Febrero; en Santiago el desmantelado sistema de gestión integral de los residuos sólidos y el moderno alumbrado del Centro Histórico y Comercial, todos éstos proyectos abandonados o desmantelados, los cuales cayeron víctimas de los “operativos” improvisados por la “plaga” de funcionarios “medalaganarios”, más interesados en sacar ventajas personales que en resolver los problemas del desarrollo, mediante una buena gestión pública de políticas, planes y proyectos sistemáticamente institucionalizados.
¡Qué los políticos se vean en ese espejo!
viernes, 28 de marzo de 2014
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