A Juan José Tejada, para quien no había día del mundo que nos encontráramos, que no me preguntara: Bretón, ¿y Candulia?
Corría el año 2010. Mi colega y compadre Eugenio Pérez Almarales, y quien escribe, regresábamos de Pilón, una comunidad costera de Granma, cuando decidimos hacer una parada en el camino para llegar hasta Santa Rosa, cerca de Ceiba Hueca, una comunidad rural del municipio cubano de Campechuela.
Le había manifestado a mi hermano que tenía interés de conocer a Candulia, que era considerada la mujer más vieja del mundo. Eugenio había publicado, en esos días, una interesante entrevista a este singular personaje, y de ahí mi intención de conocerla.
Luego, en esta misma columna, relatamos lo sucedido durante esa visita. Me acabo de enterar, por el propio amigo, que Candulia falleció el 24 de diciembre pasado. Aunque Guinness no la registrara, se trataba de la mujer más longeva del mundo.
Reproduzco, en síntesis, la entrevista que le hizo mi colega Pérez Almarales:
-¿Aquí vive Candelaria?- pregunté
- Eso dicen, pero me conocen por Candulia -me respondió la anciana que aparentemente dormía, disfrutando de la brisa del campo.
- ¿Cómo se siente?
Candulia junto a su nieta Margarita
- Ya tú me ves. Regularcita, con una flojera...
- ¿Será por la edad?
- Bueno, ya tengo como 130 años- sonríe
- Usted no lleva mucho la cuenta del tiempo.
- No. ¿Pa´qué? Si como quiera voy a morir.
- ¿Le tiene miedo a la muerte?
- No, chico. No le tengo miedo a nada.
- ¿Cuál es el secreto para vivir tanto? ¿Será la alimentación?
- Yo como de todo. Carne, viandas… de todo.
- ¿Pero seguro que carne de cerdo no, porque dicen que hace daño…?
- Carne de puerco también, y manteca. Eso no hace na´. El aceite nada más es pa´l pan, cuando no hay mantequilla. Yo me como lo que haya.
- Pero tiene que cuidarse.
- No. ¿Pa´qué? Yo hasta el otro día tostaba café, a cualquier hora, nunca me pasmé. Me gusta mucho el café. Tomo mucho. Cuando murió mi esposo, me levantaba de madrugada, me hartaba de café y después me acostaba.
- ¿Nunca fumó?
- Sí fumé. Tabaco y cigarro. Hasta que me enfermé. Me dio dos veces neumonía. Es mala la neumonía esa. Pero hubiera seguido fumando, lo que pasa es que no me dejan. Y aquí estoy, dando lata.
- ¿El buen carácter será lo que alarga la vida? Usted siempre está contenta.
- Luego no. Luego estoy triste.
- ¿Por qué?
- Porque pienso en los familiares que he perdido.
Candulia, segunda de 13 hermanos, me cuenta que sus padres, Aurelio y Cecilia, se casaron y se mudaron para San Francisco -sitio cercano a Ceiba Hueca-, donde nació, el dos de febrero de 1885, y se trasladaron para Santa Rosa, cuando todavía era niña. La madre murió centenaria y el padre a los 96 años.
- ¿Cuántos hijos tuvo usted?
- Tres. Se me murieron dos. Queda Eliduvildo. Es un viejito. Parece más viejito que yo.
La nieta Margarita, quien escucha la conversación, me pide que mencione a Maelis, la doctora de la familia, quien atiende de manera especial a Candelaria.
- Ahora es que hay médico, porque antes de la Revolución había que ir a Campechuela o a Manzanillo. Aquí no había médicos, ni maestros, ni corriente… No había na ´. En este gobierno fue que le pusieron luz al barrio- comenta la entrevistada.
Recuerda que aprendió a leer con unos libritos que se compró como a los ocho o nueve años y disfrutó mucho de la lectura de libros y periódicos hasta que perdió la vista, hace dos años, como consecuencia de cataratas.
- Candulia, me alegro de haberla conocido y de que esté bien.
- Y yo estuviera mejor, si todos los que vienen a verme me trajeran algo, pero no me traen nada- y me despide con una sonrisa.
Corría el año 2010. Mi colega y compadre Eugenio Pérez Almarales, y quien escribe, regresábamos de Pilón, una comunidad costera de Granma, cuando decidimos hacer una parada en el camino para llegar hasta Santa Rosa, cerca de Ceiba Hueca, una comunidad rural del municipio cubano de Campechuela.
Le había manifestado a mi hermano que tenía interés de conocer a Candulia, que era considerada la mujer más vieja del mundo. Eugenio había publicado, en esos días, una interesante entrevista a este singular personaje, y de ahí mi intención de conocerla.
Luego, en esta misma columna, relatamos lo sucedido durante esa visita. Me acabo de enterar, por el propio amigo, que Candulia falleció el 24 de diciembre pasado. Aunque Guinness no la registrara, se trataba de la mujer más longeva del mundo.
Reproduzco, en síntesis, la entrevista que le hizo mi colega Pérez Almarales:
-¿Aquí vive Candelaria?- pregunté
- Eso dicen, pero me conocen por Candulia -me respondió la anciana que aparentemente dormía, disfrutando de la brisa del campo.
- ¿Cómo se siente?
Candulia junto a su nieta Margarita
- Ya tú me ves. Regularcita, con una flojera...
- ¿Será por la edad?
- Bueno, ya tengo como 130 años- sonríe
- Usted no lleva mucho la cuenta del tiempo.
- No. ¿Pa´qué? Si como quiera voy a morir.
- ¿Le tiene miedo a la muerte?
- No, chico. No le tengo miedo a nada.
- ¿Cuál es el secreto para vivir tanto? ¿Será la alimentación?
- Yo como de todo. Carne, viandas… de todo.
- ¿Pero seguro que carne de cerdo no, porque dicen que hace daño…?
- Carne de puerco también, y manteca. Eso no hace na´. El aceite nada más es pa´l pan, cuando no hay mantequilla. Yo me como lo que haya.
- Pero tiene que cuidarse.
- No. ¿Pa´qué? Yo hasta el otro día tostaba café, a cualquier hora, nunca me pasmé. Me gusta mucho el café. Tomo mucho. Cuando murió mi esposo, me levantaba de madrugada, me hartaba de café y después me acostaba.
- ¿Nunca fumó?
- Sí fumé. Tabaco y cigarro. Hasta que me enfermé. Me dio dos veces neumonía. Es mala la neumonía esa. Pero hubiera seguido fumando, lo que pasa es que no me dejan. Y aquí estoy, dando lata.
- ¿El buen carácter será lo que alarga la vida? Usted siempre está contenta.
- Luego no. Luego estoy triste.
- ¿Por qué?
- Porque pienso en los familiares que he perdido.
Candulia, segunda de 13 hermanos, me cuenta que sus padres, Aurelio y Cecilia, se casaron y se mudaron para San Francisco -sitio cercano a Ceiba Hueca-, donde nació, el dos de febrero de 1885, y se trasladaron para Santa Rosa, cuando todavía era niña. La madre murió centenaria y el padre a los 96 años.
- ¿Cuántos hijos tuvo usted?
- Tres. Se me murieron dos. Queda Eliduvildo. Es un viejito. Parece más viejito que yo.
La nieta Margarita, quien escucha la conversación, me pide que mencione a Maelis, la doctora de la familia, quien atiende de manera especial a Candelaria.
- Ahora es que hay médico, porque antes de la Revolución había que ir a Campechuela o a Manzanillo. Aquí no había médicos, ni maestros, ni corriente… No había na ´. En este gobierno fue que le pusieron luz al barrio- comenta la entrevistada.
Recuerda que aprendió a leer con unos libritos que se compró como a los ocho o nueve años y disfrutó mucho de la lectura de libros y periódicos hasta que perdió la vista, hace dos años, como consecuencia de cataratas.
- Candulia, me alegro de haberla conocido y de que esté bien.
- Y yo estuviera mejor, si todos los que vienen a verme me trajeran algo, pero no me traen nada- y me despide con una sonrisa.
llevale algo rata
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