sábado, 26 de enero de 2013

Hoy se cumplen 200 años del nacimiento de Juan Pablo Duarte y Díez

Por Juan Núñez Collado


En el contexto de tan importante efeméride para el pueblo dominicano nos preguntamos:
    
¿Qué valor tienen todas las celebraciones emprendidas por las alcaldías, las universidades,  el Estado Dominicano en sus estamentos del Senado, la  Cámara de Diputados, las Fuerzas Armadas, en sus divisiones del Ejército, la Marina de Guerra, la Policía, los partidos políticos y otras instituciones de la sociedad  civil?
    
Estas celebraciones no tendrán ningún valor y serán una simple pérdida de tiempo si todos, a nivel personal e institucional, no asumimos un mínimo de compromiso con sentido de misión y visión de futuro por los valores, las ideas  y principios en que Duarte creyó y sobre todo  practicó con su vida ejemplar.
    
Juan Pablo Duarte y Díez fue un hombre coherente en todo el significado de la palabra, ya que con su ejemplo practicó todo lo que nos enseñó en los pocos escritos que nos dejó como un legado testimonial de coherencia entre el Decir  y el Hacer.
    
Este siglo XXI necesita que los dominicanos (as) demos un giro de 90 grados y trabajemos unidos para que las ideas, valores y principios que nos legó Juan Pablo Duarte guíen nuestro quehacer político, económico y social, esforzándonos todos por adecuar nuestro trabajo con sentido de compromiso a favor  de  la madre común de todos, que es la Patria que nos legó  Duarte a  base de ingentes sufrimientos y sacrificios. 
    
La vida no da nada a ningún mortal, si no a base de esfuerzo,  trabajo duro y sacrificios.
    
En este sentido Cristo nos dijo: “Esfuércense  por entrar por la puerta estrecha, porque el camino de la perdición es muy ancho  y son muchos los que caminan por él”.
    
Duarte se comprometió con la causa de nuestra independencia para legarnos una nación libre, soberana e independiente de toda potencia extranjera.
    
Pero este proyecto de Nación  está en “fieri”, es decir en proceso de hacerse y a todos nos toca una parte aunque sea pequeña, pero por  más pequeña que sea no es menos importante.
    
Tenemos una sociedad frustrada en lo político, económico y social porque se ha valorado más el Tener que el Ser.
    
El poder político ya no es para servir con sentido de justicia y de equidad sino para servirse y privilegiar a individuos y grupos de ambiciosos que valoran más el Tener que el Ser, a cambio de un porcentaje.
    
La política que fue concebida por Juan Pablo Duarte como la más bella de todas las artes, después de la Filosofía, se  ha convertido en un modo fácil de acumular bienes materiales,  desviando la finalidad de la política con mayúscula que no es otra que la búsqueda del bien común o de las mayorías más desposeídas.
    
En este sentido los Senadores y Diputados de ambas Cámaras y de todos los partidos políticos tienen un gran reto:  “Convocar sin dilación a una revisión del contrato con la Barrick Gold por ser éste inicuo, inequitativo e injusto para el pueblo dominicano”.
   
 Creo firmemente que más temprano que tarde este contrato debe ser revisado porque nació viciado al violar abiertamente la virtud de la Justicia que manda que se le dé a cada uno lo que le pertenece. No es justo que recibamos unos 11,000 millones de dólares en 25 años mientras los explotadores de nuestra mina recibirán entre 500 y 600 mil millones, mal contabilizados, porque hay otros minerales como plata, cobre y zinc que no fueron tomados en cuenta en ese contrato de “marras”, que fue aprobado sin nisiquiera leerlo.
   
 Parece que hubo algún reparto que motivó esta aprobación acelerada o por lo  menos algunos amarres fuertes que no han sido transparentados y descubiertos.
   
 Pero recordemos que no hay nada oculto que no se sepa más temprano que tarde por aquello de que no hay “crimen perfecto”.
    
La revisión de este contrato será el mejor homenaje a Juan Pablo Duarte, así como asumir un compromiso por que se castigue el crimen de la corrupción y se evite el conflicto de intereses para que podamos tener una justicia independiente, que no esté contaminada por la ley del interés personal.
   
 En este bicentenario tenemos que luchar por una Procuraduría General de la Nación no vinculada al Poder Ejecutivo, al igual por una Junta Central Electoral independiente de las delegaciones de los partidos políticos, porque es imposible ser juez y parte a la vez.
   
 Duarte volverá a nacer de nuevo si nos abocamos  a un compromiso mínimo por los valores de la justicia y la equidad para que como él lo soñó, podamos tener ciudadanos (as) felices, pero sin olvidar que en la concepción duartiana de la felicidad, la justicia es un pre-requisito para ésta.
   
 Escuchemos a Duarte: “Sed justos lo primero, si queréis ser felices. Ese es el primer deber del hombre; y ser unidos y así apagaréis la tea de la discordia y venceréis a vuestros enemigos, y la Patria será libre y salva. Yo obtendré la mayor recompensa, la única a que aspiro, al verles libres, felices, independientes y tranquilos”. Ideario de Duarte pág. 25.
   
 ¡Qué grande es Duarte! Tratemos de imitarle practicando la virtud de la justicia en el hogar, en el trabajo, en la calle y dondequiera que estemos. Así estas celebraciones en su honor tendrán algún sentido.

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